La conmovedora Canción para un Principio, Canción para un Final nos preparó el espíritu y la carne a la conversación que comenzábamos. Las preguntas iniciales (¿Quién eres, y qué te ha traído hoy aquí, en este momento a hablar de la muerte?) siempre abren el espacio a la conversación. Muchos de nosotros coincidíamos en la atracción que la hermana muerte sigue ejerciendo en nuestras vidas. -Hablar de la muerte me provoca tener más presente la vida-; -Acercarme tanto a la posibilidad de la muerte me hizo entregarme de lleno a la Vida; confiar en que lo que estuviera por venir, aún con mi hijo tan pequeñito, estaría bien; sería bueno- La aceptación profunda como ejercicio para una vida con mayor sentido fue una de las fecundas ideas que llenaron este café; idea encarnada en una y otra y otra vivencia personal compartida. La aceptación plena de serenidad y plena de amor, en donde brota tan naturalmente la entrega a los demás.
Paradójicamente, la entrega a la muerte florece en una mayor entrega a la vida.
-Se aprende a hilar hilando- , y se aprende a hacerse amigo de la muerte, trayéndola a nuestras vidas en estos conversatorios. A pesar de que, y con estas reflexiones nos fuimos acercando al final del café, a pesar de que hayamos cedido a otros, y no a la comunidad cercana, la gestión del final de vida de nuestros seres queridos.
Por eso son importantes estos lugares, para acercarnos de nuevo la muerte y recordarnos todas estas cosas.