Todos o casi todos hemos comprobado como el miedo elimina toda posibilidad de paz y armonía y cómo potencia el encogimiento ya muy normal en los procesos de duelo. Esto es debido al hecho de que uno de los factores posiblemente el más importante de nuestra vida de pronto ha dejado de ser llevándose todo lo que nos facilitaba y aportaba.
En estas condiciones, el miedo coge fuerza ya que lo normal es que nos sintamos inadecuados y faltos. Cuando nuestros futuros se ven amenazados porque aquello con lo que contábamos para recibirlos y vivirlos de la mejor forma posible ha dejado de estar, se puede des-encadenar mucho desconcierto y mucha inestabilidad.
No hay nada que más nos preocupe y que más rechacemos que lo desconocido y un futuro sin uno de nuestros apoyos fundamentales de pronto, se presenta como la mayor dificultad que nos puede suceder. Lo que posiblemente más temíamos ha dejado de ser una amenaza convirtiéndose es una realidad que va a tener que ser vivida. Y por mucho que lo necesite-mos sabemos que ya no lo vamos a tener y eso es totalmente anulador.
No importa si su papel era de apoyo o necesitaba el nuestro, el hueco que deja y el hecho de que ya no nos va a necesitar mina y descoloca. El vacío que queda se perfila como un gran interrogante, no sólo de cómo vamos a vivir, sino y más importante de como nuestra pre-sencia será menos necesaria ahora que esa persona que nos necesitaba tanto ya no estará.
La falta no es sólo porque era nuestro máximo apoyo, sino que también será inllevable en cuanto que era la persona que más ayudábamos y apoyábamos.
¿Cuáles son los miedos y las faltas que siguen a una pérdida importante además de la desa-parición de una parte esencial de nuestro hacer y ser?
Miedo a la seguridad en todas las áreas, económica, emocional, social y personal.
Miedo a la repentina incapacidad para hacernos con nuestras vidas sin uno de sus puntales más necesarios.
Miedo a más pérdidas y miedo a que las cosas vayan aún peor.
Los miedos pueden variar dependiendo de la importancia que tenía la persona que ya no está y pueden trastocar nuestra capacidad para desenvolvernos y crear las oportunidades necesarias en las áreas pertinentes (social, trabajo, ocio).
Miedo a la soledad en todas sus facetas.
Miedo a no estar a la altura en las relaciones en que esa persona llevaba la voz cantante.
Las situaciones y las circunstancias que fomentan el miedo son: el cansancio, la inseguridad de cualquier tipo, el desconocimiento de los hechos, una autoestima bajo, la desconfianza en nosotros hacia los demás, las responsabilidades que desbordan, nuestras creencias, las actitudes de las personas que damos poder en nuestras vidas, el chantaje emocional,
Evidentemente el antídoto por excelencia del miedo es la confianza. Pero también una buena alimentación, conocer los factores que están en nuestro favor en cada situación, ser optimistas y tener el don de ver la botella medio llena, reconocer y potenciar las herramientas más eficaces que tenemos, utilizarlas, reconocernos capaces de poder con cualquier situación. Muchas veces parar y respirar profunda y lentamente nos va a calmar y centrar y además ayuda al cuerpo físico a salir de la agitación y el cansancio.