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08/04/2020
Que el amor sea más grande que los conflictos que nos atemorizan


Caminar sobre arenas movedizas

La pandemia de COVID 19 está cambiando la narrativa de la vida, tanto la personal como la colectiva. Decenas de países y millones de personas estamos en confinamiento, y el total de la población mundial se ve, o verá, afectada de una manera u otra.
Están siendo tiempos en lo que se comprueba de manera contundente, en muchos casos brutal, que los supuestos sobre lo que descansan las perspectivas acerca de la vida, como la salud, el trabajo, las relaciones personales, la autoestima y la sociedad en sí misma son absolutamente inestables. Es un momento de gran incertidumbre y puede ser que nos sintamos interpelados, amenazados o que ni tan siquiera podamos ponerle nombre a lo que se apodera de nosotros.
Es necesario explorar y entender el mensaje de esa incertidumbre, sino la incertidumbre lo convertiremos en miedo a algo como reacción defensiva porque hay una necesidad emocional de querer definirlo, un qué o un quién concreto, como paso previo para poder controlarlo.
Pero antes de continuar quiero participaros del cuidado extremo que estoy tomando para ser muy respetuoso y solidario con tanto sufrimiento que nos envuelve. No quiero pasar por alguien que da soluciones y consuelo para niños asustados por unas sombras cuando tenemos enormes problemas de adultos. Cuando se aproxima algo indeseable o amenazante, como ahora mismo, es muy humano que el miedo aumente, así que compréndete y no te desvalorices por tenerlo, no estás haciendo nada mal, solo lo estás haciendo como puedes. Y eso es un gran esfuerzo que deseo que valores.

 

Que el amor sea mas grande que los conflictos que nos atemorizan

Todos tenemos miedo a algo, sea lo que sea ese algo. Pero ¿hemos aceptado al miedo de tal manera que de un visitante ocasional de la mente lo hemos convertido en su dueño? ¿Qué podemos hacer por nosotros mismos y por los demás?
Podemos hacer que las medidas de cuidado, confinamiento y distanciamiento social, que hemos debido aceptar para reducir las posibilidades de contagio no las convirtamos en nuevos cerrojos que echemos sobre las puertas por las que recibimos al mundo y por las que salimos hacia el. Salir del confinamiento será como un nuevo nacimiento, un nuevo parto de la realidad que mostrará, una vez más, que todos estamos estrechamente vinculados.
Debemos propiciar una convivencia ecuánime entre uno mismo y con los demás, porque la convivencia misma constituye el centro de ser humano. Estar en uno mismo y convivir con los demás no son cosas distintas, no están separadas, ni son una mera anécdota. La coexistencia ecuánime constituye el marco referencial de estar en el mundo.
Pero, ¿qué se entiende por ecuanimidad? La ecuanimidad no es partir un bizcocho en porciones exactamente iguales. Una ecuanimidad social y activa puede ser hoy más que nunca la respuesta a la profunda demanda de integrar plenamente la vida individual con la vida colectiva, lo religioso con lo mundano, lo cotidiano con lo sagrado, uno mismo con los demás. Debemos estar atentos para no dejarnos tentar en ponerles más cerraduras a la comunicación, al estar con los demás, porque cada cerradura adicional que coloquemos como respuesta a nuestros miedos y prevenciones los reforzarán cada vez más.
El trabajo principal que nos espera consiste en llegar a ser personas completas, con un estado esencial de lucidez para amar aún con el corazón herido e inspirar plenitud a los demás.

 

Estemos dispuestos a escuchar a los demás

Es posible que nos sintamos confundidos, alterados y que nos cueste discernir equilibradamente. La información puede estar siendo abrumadora y desalentadora, caótica, contradictoria o malintencionada. Por todo esto es muy importante observar si nuestra manera de comunicar y actuar suma o divide. Hemos de salir al encuentro de lo que nos sucede con el valor y la voluntad de implicarnos de una manera que verdaderamente aporte respeto y comprensión por uno mismo y por los demás, en vez de falta de respeto, agresión y polarización.
La forma en que nos comunicamos es crucial porque responde a un principio elemental, la violencia responde a la violencia como la bondad responde naturalmente a la bondad. Cuando comunicamos desde nuestro enfado, neurosis o desesperación creamos malestar y división en nuestro entorno, pero el habla que viene de nuestro corazón se comunica con el corazón de los demás.
Pero si queremos comunicar, con nosotros y los demás, de una manera que ayude, primero tenemos que trabajar con nuestra propia reactividad conflictiva. Podemos ver con facilidad la rigidez de los corazones de los demás, pero también debemos ablandar nuestro propio corazón, aceptar esto puede ser doloroso, pero es un paso necesario. Como dijo Friedrich Nietzsche, “Todo aquel que lucha contra monstruos debe vigilar de no convertirse en uno de ellos. Cuando miramos mucho al abismo, el abismo también nos mira a nosotros.”
El habla desde el corazón es algo que no sucede automáticamente, tenemos que traerla a nosotros y hacerla algo natural. Es una habilidad en la que tenemos que trabajar mucho haciendo todo lo posible para que nuestra manera de comunicar provenga del sentirnos partícipes activos en una humanidad compartida. No es un viaje con un recorrido corto y de un tránsito fácil, pero es un viaje que vale la pena emprender, porque nos llevará a un lugar donde podamos ofrecer lo mejor de nosotros y sacar lo mejor de los demás.

 

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